El Paladar Hendido o Fisurado es una malformación genética que, a grandes rasgos consiste en que no se produce un adecuado cierre de la sutura maxilar y se puede producir desde una leve comunicación oro nasal hasta no formación del paladar e incluso afectar a otras partes de la cara, como el labio (Labio Leporino). Tanto el paladar hendido como el labio leporino son las anomalías congénitas más comunes de la cabeza y el cuello. Hasta que el paladar hendido se trate con cirugía, puede causar problemas con la alimentación, el habla y la audición.

Se necesita un tratamiento precoz (prácticamente desde los pocos meses de nacer) y multidisciplinar (cirujanos maxilofaciales, ortodoncistas, logopedas, pediatras, etc.) en un ambiente hospitalario especializado.

Estas estructuras metálicas se colocan sobre sus dientes sobredimensionando su volumen y generando microtraumatismos. Además de causar la inflamación de la encía debido a la sobre carga. Las coronas de oro pueden originar una enfermedad gingival grave si no se ajustan de forma adecuada. A veces estos accesorios están prefabricados y no siempre son colocados por un dentista, con ello se pueden originar muchos problemas de salud bucal.

La enfermedad periodontal, la caries dental, las roturas de los dientes y las alergias de contacto son posibles complicaciones que también pueden surgir con este tipo de arte dental.

Los pediatras solían aconsejar llevar al niño al dentista una vez apareciesen todos los dientes de leche en boca. Se trata de un proceso que suele ocurrir alrededor de los 30-36 meses de edad.

¡Actualmente, lo ideal es al cumplir un año! Por una simple razón: prevenir. Prevenir la caries es la mejor manera de conseguir una odontologia basada en la salud y no en la enfermedad. Es decir, mantener los dientes sanos toda la vida desde el primero que sale. Esto es debido a que se ha observado que muchos niños ya han sufrido traumatismos, presentan caries o problemas asociados con la oclusión a causa de malos hábitos, sin haber pasado los 3 años de edad.

Programando la primera visita con el dentista sobre los 12 meses de edad se comienza con medidas preventivas en cuanto a hábitos, consejos de alimentación y de limpieza bucal.

Limpiar la lengua es imprescindible para la buena salud dental. Aunque suele ser la gran olvidada durante la rutina de higiene bucodental. El gran problema es que muchos pacientes sólo se preocupan de la lengua cuando aparecen manchas en su superficie.  La superficie lingual acumula centenares de familias distintas de bacterias. Estas bacterias se relacionan con casos de halitosis y con la acumulación de biofilm oral en la boca. Mantener una correcta higiene de nuestra lengua es muy importante porque su limpieza contribuye a controlar las bacterias no deseadas en la boca. Limpiar adecuadamente este órgano también combate el mal aliento y puede mejorar el sentido del gusto.

  • Caries: es una enfermedad multifactorial que causa la destrucción de los tejidos dentales como consecuencia de la desmineralización provocada por los ácidos que genera la placa bacteriana, ya que las bacterias presentes en dicha placa fabrican ácido a partir de los restos de alimentos. La destrucción dental se asocia a la ingesta de azúcares y ácidos contenidos en bebidas y alimentos, errores en las técnicas de higiene, falta de cepillado dental, no usar hilo dental….
  • Gingivitis: Consiste en la inflamación de las encías debido a un proceso infeccioso y una acumulación de sarro provocada por una mala higiene bucal, escaso uso de hilo dental o tabaquismo. Los síntomas son: sangrado de encías, inflamación y enrojecimiento, sensibilidad al frío y mal aliento. Si no es tratada a tiempo puede desembocar en una periodontitis.
  • Periodontitis: es una enfermedad que inicialmente puede cursar con gingivitis, para luego proseguir con una pérdida de inserción colágena, retracción de encía e incluso la pérdida de hueso. En el caso de no ser tratada avanza dejando sin soporte óseo al diente, lo que puede desembocar en la pérdida irreparable del mismo.
  • Halitosis: así se denomina al mal aliento, provocado por una mala higiene bucal, enfermedades de las encías, ingestas de alimentos como cebolla, ajo, tabaquismo o alcoholismo, exceso de café o enfermedades sistémicas tales como cáncer, diabetes, trastornos hepáticos y/o digestivos.
  • Bruxismos: es el hábito involuntario de rechinar o apretar los dientes. Es una de las llamadas parafunciones. Al rechinar o apretar los dientes la musculatura del sistema de masticación está hiperactiva. Este fenómeno puede manifestarse incluso durante la infancia. El paciente no suele ser consciente de que rechina o aprieta los dientes porque suele hacerlo, sobre todo, mientras duerme. Rechinar los dientes mientras se duerme se produce en determinadas fases del sueño (la fase REM) aunque el bruxismo también puede producirse de día. En este caso, se da en situaciones de tensión psíquica o de concentración extrema. La sobrecarga permanente del bruxismo puede dañar el periodonto así como la sustancia dura de los dientes.

Una buena higiene bucal, una dieta equilibrada y visitar al odontólogo de forma periódica, son las mejores fórmulas para evitar este tipo de problemas.

  • Hablar en público: aumenta la necesidad de la salivación para ayudar a vocalizar mejor las palabras.
  • Estrés, ansiedad y depresión: afectan al sistema nervioso central y, por ello, se ven afectados órganos y glándulas de todo el cuerpo, incluidas las salivales.
  • También la diabetes y otras enfermedades sistémicas afectan a todo el organismo, alterando el funcionamiento glandular.
  • Terapia con determinados fármacos: antihistamínicos, antihipertensivos, diuréticos y fármacos oncológicos, etc.
  • Ausencia de dientes: provoca una disminución de estímulos en la boca y, a consecuencia de ello, existe una menor producción de saliva.
  • Dieta desequilibrada con exceso de hidratos de carbono y déficit de frutas y verduras.
  • Consumo de tabaco y alcohol: puede disminuir esta secreción salival, ya que inhibe la transmisión de impulsos nerviosos.

Los efectos perjudiciales del tabaco en relación a la cavidad oral, son múltiples los estudios al respecto que coinciden en una lista de enfermedades bucales, como las enfermedades de las encías y el cáncer oral, y alteraciones directas en nuestros dientes, principalmente las manchas amarillas o marrones (tinciones) que aparecen en el esmalte o las manchas en las encías, llamadas melanosis del fumador.

Existe gran relación entre el tabaco y la enfermedad de las encías. Se calcula que entre el 30 y el 40% de los casos de periodontitis crónica pueden ser atribuibles al tabaco.

La enfermedad periodontal conlleva pérdida de hueso y la consiguiente pérdida de piezas dentales. Es muy común en pacientes fumadores ya que el 90% no responden bien al tratamiento.

Una persona fumadora tiene de tres a cinco veces más posibilidades de padecer cáncer oral.

Por supuesto, es justamente en estos casos cuando en pacientes adultos se produce un movimiento desordenado y des-coordinado de los dientes de manera que la ortodoncia es la opción indicada para posicionar las piezas movidas en la posición correcta y así poder rehabilitar la boca de manera definitiva.

Como norma general, y siempre y cuando sea posible, si a IMED Dental llega un caso combinado de ortodoncia y ausencias dentales candidatas a ser repuestas mediante implantes, se intenta optar por cerrar los espacios de las ausencias dentales mediante ortodoncia. No hay  nada mejor que usar el propio diente natural del ser humano para cerrar los huecos.

El en caso de que el/los hueco/huecos o espacio/espacios sin dientes sea demasiado grande, o sea imposible de cerrar mediante ortodoncia, optaremos por reemplazar el o los dientes ausentes mediante implantes.

 

 

Según la SEDO (Sociedad Española de Ortodoncia) es aconsejable realizar una primera visita en torno a los seis o siete años, ya que se trata del momento en el que aparecen los primeros molares y los incisivos ya han salido. Con esta revisión será posible saber si el desarrollo es correcto o bien detectar de forma precoz posibles alteraciones de maloclusión y/o malposición.

Aunque, a los cuatro años es posible localizar problemas de maloclusión producidas por cuestiones genéticas o malos hábitos durante la primera infancia, como el uso excesivo del chupete, la succión del dedo o la respiración por la boca.

Generalmente podríamos empezar a partir de los 6 años, pero como todo, siempre hay excepciones y tenemos que valorar cada caso de manera específica y concreta. En los primeros años solemos hacer tratamientos ortopédicos, es decir, tratamientos enfocados en el desarrollo y crecimiento óseo.

El síndrome de Sjögren o coloquialmente conocido como síndrome de “boca seca” o de “boca ardiente”, es una enfermedad autoinmune crónica e inflamatoria de origen desconocido. Afecta a diversas glándulas exocrinas tales como lacrimales y salivales, así como a otros órganos, ya que el sistema inmune las ataca y bloquea por una infiltración de linfocitos, impidiendo que estas segreguen sus líquidos tales como lagrimas o saliva.

Por ello las personas que lo padecen presentan sequedad ocular y picor tipo arenoso, así como Xerostomía (saliva escasa o prácticamente inexistente). Esta disminución de saliva desencadena a su vez multitud de dolencias como inflamación de lengua y mucosas, dificultad para masticar y tragar, mayor propensión a padecer infecciones tipo Candida, obstrucción glándulas pudiendo generan cálculos que en ocasiones requieren intervención, y finalmente mayor predisposición a caries dental.

Diagnóstico:

El diagnóstico habitualmente se basa en la presencia de síntomas oculares y orales, analítica para detectar variación anticuerpos, biopsia glandular y finalmente una evaluación clínica ya que esta afección puede venir asociada a multitud de patologías muy variadas, desde bulimia, disfunción renal, artrosis, hepatitis, antecedentes de radioterapia cabeza/cuello o simplemente asociada al envejecimiento o medicamentos.

Pronóstico:

Se trata de una afección crónica, es decir, incurable en la mayoría de los casos.
La gravedad variará en función de las enfermedades asociadas.

Tratamiento:

El tratamiento generalmente se limita a paliar síntomas mediante sustitutos de saliva artificial, pastas y enjuagues específicos, geles lubricantes, chicle sin azúcar y dieta e higiene estricta.

Como coadyuvante podemos incorporar analgésicos y apósitos tibios en zonas de glándulas obstruidas o inflamadas.

Solo en paciente con patologías asociadas más graves se opta por un tratamiento sistémico (Vasculitis, afectación pulmonar graves o artritis).

Y evitar si es viable consumir fármacos de tipo anti depresivo o antihistamínico si es factible dado que agravan la situación.

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